lunes, 22 de diciembre de 2008

Las ‘Vistas de Zaragoza’ de 80 pintores, reunidas en el Centro de Historia.

El Ayuntamiento de Zaragoza organiza la exposición "Vistas de Zaragoza: pinturas de la modernidad", comisariada por Jesús Pedro Lorente, que se podrá contemplar en el Centro de Historia de Zaragoza desde el 17 de diciembre 2008 al 22 de febrero de 2009. La inauguración de la muestra tendrá lugar mañana, miércoles 17 de diciembre, a las 20.00 horas, en el Centro de Historia y contará con la presencia de la consejera de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Zaragoza, Pilar Alcober.

La exposición "Vistas de Zaragoza: pinturas de la modernidad" refleja que la identidad de una ciudad no sólo la definen sus habitantes, sus calles y edificios, sino también la forma cómo la (re)presentan los relatos históricos o literarios, los tópicos folclóricos y, entre otras muchas cosas, la mirada de los artistas. Ese es el tema principal de esta exposición, en la que se ha renunciado a presentar el testimonio "documental" de grabados, carteles, fotografías o películas, para centrar el material y contenido expositivo en las pinturas. El motivo es la cualidad de imágenes artísticas subjetivas, que fue instituida como principio fundador del arte moderno a partir del último tercio del siglo XIX. Pero, aunque el periodo cronológico abarcado comienza precisamente entonces, no se ha escogido exclusivamente cuadros asociados a los ismos del Movimiento Moderno, sino que se presenta un amplio abanico de autores y estilos. Por eso, se trata más bien de una exposición postmoderna; incluso también en su estructura, que no avanza por periodos cronológicos, sino que coteja obras de diferente datación en función de las cuatro divisiones temáticas.

La muestra comienza con "El tópico del Ebro y el Pilar", que es la iconografía más conocida de nuestra ciudad, y por eso mismo un reto para los pintores que se han propuesto reinterpretarla. La segunda sala está dedicada a "El casco histórico, pintoresco y monumental", para investigar la continuidad/ruptura con la cultura visual romántica. La sala tercera, "Beautiful & Modern: plazas y avenidas del Ensanche u otras zonas guapas" presenta la materialización en pleno siglo XX de una anhelada modernización urbanística, celebrada por muchos pintores. La cuarta sala aborda "Los barrios y suburbios; el límite campo/ciudad", donde se atiende primero a los cinturones obreros e industriales y luego a la expansión urbana.


El tópico del Pilar y el Ebro

De tantas veces reproducido, el panorama del Pilar junto al Ebro se ha convertido en trivial cliché, sobrecargado con un aura de "souvenir" turístico-religioso. Una forma original de abordar de frente este cliché del Ebro y el Pilar han sido las reinterpretaciones de la famosa y tantas veces reproducida "Vista de Zaragoza" por Juan Bautista Martínez del Mazo, conservada en el Museo del Prado. En el célebre paisaje figuran una multitud de personajes, pero los ejemplos modernos que lo remedan, suelen carecer de presencia humana alguna. Es el caso de Julián Borreguero, quien imitó incluso el color sepia de las fotos y grabados antiguos, cuando en 1970 pintó en grisalla "El Pilar desde la orilla del Ebro".

Al comienzo del siglo XX, marcado por los contrastes entre los adelantos técnicos, los artistas de la generación del 98 como Darío de Regoyos plasman en imágenes pictóricas la bipolaridad tradición/modernidad. En lugar de los personajes pintorescos del romanticismo, aparecen muleros o vaqueros guiando a sus animales, o un fornido barquero remando en pie sobre un esquife, en medio de una escena donde todo lo demás es calma, ocio y pasividad.

A veces los pintores no sólo contrastan la actividad profana en el primer término frente al icono estático del Ebro y el Pilar, sino que además lo sitúan en posición marginal, como muestran "En el ferial de Zaragoza" de Unceta o "Debajo del Puente de Piedra" de Francisco Marín Bagüés. Esta última tiene un punto de vista bajo para mejor observar al remero y ensalzar con mirada venerante el mérito ingenieril de los puente. Un siglo más tarde, Ignacio Mayayo, en dos grandes cuadros titulados "Puente de Piedra. Club Náutico" repitió esta misma temática pintando las piraguas y el puente desde las gradas más bajas de la orilla derecha, justo delante del Pilar. Por otra parte, muchas pinturas de Rafael Aguado Arnal presentan un atrevido encuadre desde la arboleda de Macananz melancólicamente centrado no en la basílica pilarista o el Puente de Piedra, sino en las aguas espejeantes del Ebro. Casi la misma perspectiva escogió Luis Berdejo Elipe para su "Puesta de sol en el Ebro", e igualmente deshabitado y melancólico aparece el mismo escenario en muchos cuadros de otros artistas posteriores. Un caso reciente muy señalado es Eduardo Salavera, que usa casi siempre brillantes colores fauvistas, pero construyendo con despaciosos toques cezannianos imágenes muy clasicistas en las que a veces se reconoce un árbol solitario, otras una figura humana ensimismada, un puente que se mira en las aguas, etc.
Consideración aparte merecen las iconografías que muestran sólo indirectamente la silueta del Pilar a través del reflejo en las solitarias aguas del río, como hicieron los hermanos Ángel y Vicente Pascual Rodrigo, cuando formaban la "Hermandad Pictórica Aragonesa" o, más recientemente, el riojano José Uríszar.

La opción más moderna es mirar a la orilla izquierda. El deseo de evitar el cliché tradicional del Ebro y el Pilar ha sido llevado a sus últimas consecuencias por los artistas más vanguardistas que, dándole un giro de 180º, se han colocado de espaldas y miran hacia la orilla izquierda. "Los placeres del Ebro", pintado entre los veranos de 1934 y 1938 por Francisco Marín Bagüés sería el cuadro más paradigmático en este sentido. Tanto, que ha sido objeto de repetidos homenajes por parte de declarados admiradores, como Jorge Gay, Ignacio Mayayo o Eduardo Laborda. Un hito de renovación iconográfica fue el concurso de pintura rápida de las fiestas del Pilar en 1966, que ganaron José Esparcia Alquézar, María Pilar Moré Almenara, y Manuel Monterde Hernández con lienzos dedicados al Puente de Piedra, pero en los que sólo se ven al otro lado del río sotos y modestos edificios de viviendas...

Continuaron esta opción estética algunos artistas del Colectivo de Pintores de la Margen Izquierda, como Lourdes Barril. Por su parte, Carmen Pérez Ramírez, Pepe Cerdá, Javier Riaño, Guillermo Cabal e Ignacio Fortún han presentado algunas grandes panorámicas mirando hacia la reciente expansión urbana jalonada por nuevos puentes sobre el Ebro, flamantes enseñas de modernidad, cada vez más lejos del Pilar.


El Casco Histórico: Pintoresco y Monumental

La modernidad ha sido demasiadas veces concebida como una ruptura frente al pasado histórico; pero sólo se es innovador en la medida en que se tiene un punto de referencia anterior frente al cual destaca mejor algo nuevo. Por otro lado, cuanto más crece y se moderniza una ciudad, más nostalgia tienen sus habitantes de su legado patrimonial. En Zaragoza el boom poblacional y urbanístico apenas tiene medio siglo, y no es casual que de este periodo sean la mayor parte de las pinturas aquí presentadas.

La demolición en 1892 de la Torre Nueva, que era uno de los iconos visuales de la Zaragoza antigua, creó un complejo de culpa que acentuó más que nunca en nuestra modernidad la exaltación de las demás torres que erizan el skyline zaragozano. Desde entonces, no han faltado los rapsodas del encanto provinciano. Para subrayar su protagonismo, a menudo la composición aparece cortada a ras de suelo o la calle está despoblada, como si no hubiera vida animada en este melancólico decorado antiguo.

Sorprendentemente, son relativamente pocos los cuadros dedicados a la plaza del Pilar, epicentro turístico tantas veces filmado y fotografiado. Muchos más pintores han retratado la plaza de la Seo y su entorno monumental: el muro mudéjar de la Parroquieta, la cabecera y cimborrio, o el Arco del Deán. Este último, es un caso iconográfico muy especial, donde podríamos seguir la pervivencia del casticismo noventayochista en Ramón Martín Durbán o Santiago Lagunas, hasta desembocar en tendencias como el realismo de Pérez Piqueras y la abstracción lírica de José Luis Lasala.

No todas las plazas del Casco Viejo están presididas por monumentos históricos religiosos. Los porches de la Plaza del Mercado o de Lanuza, cerca de las murallas romanas, inspiraron a muchos artistas de finales del siglo XIX, como Joaquín Pallarés que triunfó en la Exposición de Bellas Artes de Barcelona en 1896 con una escena costumbrista allí localizada, o Juan José Gárate, que plasmó en un delicioso cuadrito luminista esos mismos soportales, luego retratados con nostalgia por Iñaki y otros artistas del siglo XX, cuando apenas quedaban en activo algunos comercios antiguos. Desde la construcción en frente del nuevo Mercado Central en 1903, la mayor parte de los comestibles se venden en su interior, aunque también su entorno ha sido pintado por muchos artistas, empezando por los del Estudio Goya, que tenían su sede justo en frente.

Otra placita predilecta de muchos pintores ha sido la de Santa Cruz, que en los años setenta se convirtió en foco de la bohemia artística, porque algunos establecieron sus estudios en el desvencijado Palacio del Prior Ortal y al poco empezaron a vender sus obras en un comercio al aire libre que todavía sigue celebrándose los domingos. En cambio, pocos se han hecho eco del bullicio de los cafés y tascas del Tubo, con sus calles estrechas y oscuras. Mayor atractivo han tenido más amplias calles abundantes en tiendas, bancos y locales de ocio, como el Coso y la calle Alfonso, donde los pintores han reflejado animados contrastes entre el tejido histórico y la vida urbana contemporánea.


Beautiful & Modern: Plazas y avenidas del Ensanche y otras zonas guapas

A lo largo del siglo XIX y sobre todo en el XX, Zaragoza creció con una red de calles en damero en torno a amplias avenidas arboladas y con abundantes plazas y zonas verdes. Dicha expansión se dirigió hacia el sur, a partir de la urbanización del Paseo Independencia, bifurcándose en dos ramales por el Paseo Sagasta hasta Torrero y por la Gran Vía hacia el Parque Miguel Primo de Rivera. En muchos sentidos, podría considerarse esta zona la columna vertebral de la Zaragoza moderna. También es el epicentro temático de esta exposición, pues prácticamente cualquier retrato de esta parte de la ciudad, sea panorámico o detallista, muy académico o vanguardista, es una imagen de modernidad.

Zaragoza, que tantos atractivos había tenido para el pintoresquismo y el casticismo pictórico, apenas inspiró a los pintores vanguardistas de la primera mitad del siglo XX más interesados en cantar el ajetreo moderno en grandes arterias urbanas, como las de Barcelona o Madrid. Esto empezó a cambiar gracias a los concursos de pintura rápida convocados a partir de 1963 con motivo de las fiestas del Pilar, muchos de cuyos participantes retrataron estos bucólicos espacios arbolados.

En el cambio de milenio, nuevas generaciones de pintores urbanos han convertido en motivo recurrente de sus cuadros el tráfico en las grandes avenidas. La plaza de España, el Paseo Independencia, la plaza de Aragón. Por otro lado, muchos artistas frecuentan la Escuela de Artes y el Museo de Zaragoza, en cuyo vecindario se han organizado abundantes concursos municipales de pintura rápida, así que no es de extrañar el gran número de cuadros protagonizados por el magnífico monumento a los Sitios de Querol y la frondosa plaza donde se celebró la Exposición Hispano-Francesa de 1908. Algunas de estas pinturas tienen atrevidos encuadres, otras destacan por su colorido. En general, son visiones poéticas, muy sumarias y despejadas, que rezuman tranquilidad, como también las que ha inspirado el vecino Paseo de la Constitución, igualmente abundante en vegetación y monumentos.

El arbolado entreverado con monumentos o arquitecturas señoriales todavía sigue siendo una característica de la Gran Vía o Sagasta, donde aún se conserva el paseo en la vía central con sus zonas de juegos infantiles y terrazas de bares. En la Plaza de San Francisco incluso vuelven a aparecer los porches, similares a los de Independencia, mientras que las demás grandes arterias modernas destacan por su gran número de carriles para el tráfico rodado. Los coches, semáforos y señales de tráfico protagonizan muchos de las retratos pictóricos más emblemáticos de nuestra modernidad urbana; pero mientras algunos como Francisco Antonio Casedas o Susana Sancho Beltrán pueblan de gente sus composiciones, otros como Alfonso Forcellino, Pepe Cerdá o Fernando Martín Godoy representan panoramas sin personajes, quizá para expresar la deshumanización de la gran ciudad. Diferentes disyuntivas plantea el Parque Miguel Primo de Rivera, tantas veces inmortalizado por literatos y pintores: a veces como lugar de bucólicos encuentros para parejas, familias o amigos que disfrutan socializando sobre la hierba, en los veladores o de paseo; más a menudo como un sitio lleno de silenciosos rincones apacibles donde evadirse por un instante de la ciudad para disfrutar de la naturaleza.


El cinturón industrial y la periferia urbana

A diferencia de otras grandes ciudades, en Zaragoza no se pintaron cuadros en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX sobre las estaciones y vías del ferrocarril, donde se fueron localizando grandes fábricas de harinas, azucareras, alcoholeras, químicas, o metalúrgicas. Tampoco inspiraron a muchos artistas contemporáneos los barrios obreros del tardofranquismo, salvo excepciones como el cuadrito que Eduardo Laborda pintó en 1969 sobre la calle Santander y la calle Tarragona, o una imagen muy pop que en 1975 Ángel Pascual Rodrigo representó desde su piso-estudio en San José de la explanada donde entonces se instalaban las ferias y circos, con el Camino de las Torres al fondo.

Pero en los últimos decenios sí se han convertido las barriadas proletarias y los suburbios industriales en motivo favorito para pinturas por lo general de entonación gris y composiciones muy geométricas. Más bien constructivistas en el caso de Jesús Sus o Carmen Pérez Ramírez, de filiación algo surrealista en Laborda, Ignacio Fortún, o Guillermo Cabal Jover. Todas tienen en común la ausencia de personajes.

Tradicionalmente no existía una delimitación clara entre la naturaleza y la ciudad. En Zaragoza, un escenario de esta suave intersección se localizaba por ejemplo en la Quinta Julieta y el Canal Imperial de Aragón; pero desde hace cuarenta años Gregorio Villarig ha ido pintando sobre este paraje cuadros que atestiguan poéticamente el proceso de urbanización de la zona. Y también Iris Lázaro, que desde los años ochenta ha convertido en uno de sus temas favoritos la nostalgia de los bancos con cerámicas publicitarias de sus orillas.

Muchos cuadros han retratado panorámicas de Zaragoza y su vega. Frente a las tradicionales vistas desde el otro lado del Ebro, los artistas más modernos prefirieron volverse a mirarla desde algún altozano meridional, ya que hacia el sur se dirigía preferentemente su expansión urbana. Uno de los primeros es el óleo que en 1877 ejecutó Antonio Montero Rabiza desde el cementerio de Torrero. Pero la opción iconográfica más repetida la pinta desde el Cabezo Cortado. Allí ejecutó Ceferino Cabañas en 1904 su bellísima "Vista de Zaragoza", donde junto a las torres de los campanarios protagonizan la composición las humeantes chimeneas de las industrias. Es el mismo paraje que Juan José Gárate pintó en su famoso retrato de los prohombres organizadores de la Exposición Hispano-Francesa de 1908 ante un panorama de la ciudad, imitando el esquema de figuras ante un paisaje, que repitió con unos joteros en el titulado "Copla heroica".
En el último cuarto de siglo, la mayoría de las vistas panorámicas han sido concebidas en localizaciones septentrionales. Por ejemplo, las que Ruizanglada pintó al acrílico en 1995 desde la MAZ, donde se ven las huertas del vecindario y al fondo se adivinan las torres del Pilar en un horizonte totalmente repleto de edificios. Más al noreste, desde Villamayor, Pepe Cerdá ha presentado con cierto distanciamiento las luces de la ciudad. También desde el septentrión, pero mucho más al oeste, está imaginada "La ciudad desde Juslibol", de Ignacio Fortún, pintada en 2008 como un testimonio de este año tan señalado, con la Torre del Agua sirviendo de contrapunto a las del Pilar y la Seo que enmarcan la composición a cada lado.


Pintores de la muestra

En la exposición "Vistas de Zaragoza: pinturas de la modernidad" participan: Rafael AGUADO ARNAL, Virgilio ALBIAC, Eugenio AMPUDIA SORIA, José Ignacio ARANDA MIRURI, Ángel ARANSAY, Juan BALDELLOU, Carlos BAUDILIO MORALES, Luis BERDEJO ELIPE, Julián BORREGUERO, Fidel José BUENO APARICIO, María Pilar BURGES, Ceferino CABAÑAS, Guillermo CABAL JOVER, José Luis CANO, Miguel Ángel CARO REBOLLO, Carlos CASTILLO SEAS, Pepe CERDÁ, Ángel CIVERA, Alberto DUCE BAQUERO, Ramón Martín DURBÁN BIELSA, José ESPARCIA ALQUÉZAR, Luis ESTEBAN RAMÓN, Carmen FACI GONZÁLEZ, Alfonso FORCELLINO, Ignacio FORTÚN, Juan José GÁRATE, Julio GARCÍA IGLESIAS, Jorge GAY, Julio GÓMEZ MENA, Jesús GÓMEZ VILLANUEVA, José GONZÁLEZ MÁS, Eduardo LABORDA, Santiago LAGUNAS, Miguel Ángel LAHOZ NIETO, Ricardo LAMENCA ESPALLARGAS, Iris LÁZARO, Eduardo LOZANO, Francisco MARÍN BAGÜÉS, Fernando MARTÍN GODOY, Salvador MARTÍNEZ BLASCO, Ignacio MAYAYO, Eliseo MEIFRÉN, Daniel MERINO, Gregorio MILLÁS PONCE, Manuel MONTERDE HERNÁNDEZ, Antonio MONTERO, María Pilar MORE, Mariano OLIVER, Joaquín PALLARÉS, Ángel PASCUAL RODRIGO, Vicente PASCUAL RODRIGO, Francisco PELLICER, Alberto PÉREZ PIQUERAS, Carmen PÉREZ RAMÍREZ, Javier RIAÑO, Gemma RIBA ROCA, Alfonso RODRÍGUEZ ARAUZO, Iñaki RODRÍGUEZ RUÍZ, Martín RUÍZ ANGLADA, Ambrosio RUSTE ALONSO, Carmen SALARRULLANA, Eduardo SALAVERA, César SÁNCHEZ VÁZQUEZ, Susana SANCHO BELTRÁN, Ricardo SANTAMARÍA, Jesús SUS MONTAÑÉS, Marcelino de UNCETA, José URISZAR DE AZDACA, Alfonso VAL ORTEGO, María Eugenia VALL, Javier VELILLA, Mariano VIEJO, Gregorio VILLARIG, Vicente VILLARROCHA, Emilia VILLARROY, Manuel VILLEGAS, Joaquina ZAMORA y Juan ZURITA.

La muestra se puede visitar de lunes a sábado, de 10.00 a 14.00 y de 17.00a 21.00, y los domingos y festivos, solo por la mañana.

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