lunes, 10 de mayo de 2010

EXPOSICIÓN DE CARLOS FRANCO Y SANTIAGO SERRANO EN EL MONASTERIO DE VERUELA


En cada uno de los rincones del Monasterio de Veruela se respira ese profundo espíritu del Císter que huía de los excesos decorativos en pos de la austeridad, el equilibrio, el sentido del espacio y la magia de la luz. Brillante idea, pues, la de establecer aquí un encuentro que respete tradición y modernidad, diálogo contemporáneo entre sus añejas piedras y la obra de estos excepcionales pintores españoles que aquí confluyen. No en vano, ambos apuestan por las citadas virtudes expresivas, aún cuando la formalización de sus trabajos pueda parecer distinta bajo una mirada superficial.


Carlos Franco y Santiago Serrano son dos protagonistas esenciales de la gran generación de artistas española que explotó en los años setenta y aún domina nuestro circuito. Sus trayectorias mantienen una personalidad poco común y son respetadas en todo el mundo, formando parte de numerosos museos, espacios y colecciones públicas y privadas del circuito internacional. Dotados de una gran inquietud experimental, viven una madurez poco común, a mi juicio, más rica que la de otros compañeros de su fructífera generación. Al margen de los caducos debates abstracción-figuración, sus trabajos convergen en sinceras armonías plásticas, y nos permiten descubrir que toda tendencia pictórica es válida si se afronta desde la calidad, el compromiso y la investigación constantes.

En las paredes de Veruela, sus cuadros componen dos conjuntos hermosos, de perspectivas místicas, que alternan limpieza y narratividad, fuerza y contención, color y reflexión. La selección de piezas (15 de Franco y 22 de Serrano) aborda dos hermosos conjuntos que, manteniendo su carácter individual, nos sirven para relacionarles con las últimas décadas de arte en España y contextualizar hechos y vivencias éticas y estéticas.

Vibraciones temáticas, riesgos compositivos y dibujos exóticos son pautas imprescindibles para Carlos Franco (Madrid, 1951), con fuertes ingredientes iconográficos que en ningún momento se abandonan a la anécdota fácil. Lejos de cualquier pretexto historicista el pintor se ha venido posicionando como artista plenamente moderno, con ideas tan potentes como originales. Desde los postulados neoimpresionistas, simbolistas, románticos, surrealistas o metafísicos hacia el expresionismo norteamericano o la fuerza baconiana, su interés por fundir planos de color con descripciones naturalistas y su respeto por las técnicas son una lección de inteligencia y buen hacer. Elementos de dibujo, color y símbolos que buscan emociones internas. Cuadros complejos, que plantean enigmas cuyo desenlace no depende solamente del tema. Pintura colosal, cuyos planos se suceden, desafiando perspectivas. Paisajes imposibles, mujeres sensuales, sirenas, horizontes, fantasías. Pintura autónoma, de lujos desbordantes.

La trayectoria de Santiago Serrano (Villacañas, Toledo, 1942) le define como un sólido pintor que siempre ha mantenido intacta su singularidad, lejos de cualquier dogma. En los últimos años su actividad se ha intensificado, fruto de una vitalidad personal y profesional creciente, como patenta esta exposición aragonesa con sus últimas series, en una apuesta comprometida y comprometedora. Un auténtico expediente del silencio bien entendido. Los enigmas intrínsecos a la sugestiva obra de Serrano alcanzan aquí sus más altas cotas cualitativas, en un planteamiento casi espiritual, al margen de las modas, con sus enormes campos cromáticos sobre fondos difuminados, iluminados con leves trazos o fisuras que llenan de movimiento el lienzo, partituras de canciones secretas, íntima pasión contemplativa que el artista reclama día y noche utilizando el impacto visual de sus estructuras para inventar poéticas arquitecturas de colores sobrios.

La exposición permanecerá abierta en el Monasterio de Veruela del 6 de mayo al 27 de junio.

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